Como hemos visto en el anterior artículo, el cine de monstruos va unido al nombre Universal, en el que entendemos la historia de la productora; de tal manera, seguimos profundizando en el tema, en este caso en su ciclo de monstruos más característico.
Herederas del expresionismo alemán, las películas de terror producidas por la Universal a comienzos de los años treinta de la pasada centuria fueron un bálsamo ante la difícil situación social desatada en Estados Unidos tras el crack del 29. El repertorio cinematográfico de la Universal afianzo definitivamente las bases de la literatura mitológica relacionada con el triunfo de las tinieblas. Entre estas numerosas obras aparecen cuatro que se consideran hitos del cine de su época, y verdaderas películas de culto para piezas cinematográficas posteriores.
Existen pocas figuras con mayor resonancia en el imaginario colectivo que el personaje que hace que se estremezca nuestro cuello cada vez que lo vemos aparecer en la gran pantalla, este es Drácula.
A medio camino entre el folclore, el arte, la cultura popular, el mito y la historia, la figura del vampiro ha cautivado al ser humano desde el inicio de los tiempos. Si partimos de la base de la cultura folclórica, el vampiro es muy distinto al que la literatura ha plasmado. En el imaginario popular se trata de una bestia, de una criatura de instintos, un no-muerto sin personalidad que se guía sólo por una regla: la de la supervivencia, la de conseguir sangre con la que alimentarse.
Sin embargo, en el ámbito de la literatura está asociado con la elegancia, el dandismo y el lujo propio de la alta sociedad. Este vampiro literario logrará su consolidación con la publicación de la novela Drácula (1897), de Bram Stoker. La novela expone cómo se violenta la realidad cotidiana de un pequeño grupo de individuos ante un personaje ajeno que irrumpe en un mundo perfectamente estructurado.
Habiendo hecho este pequeño repaso sobre la figura del vampiro, entramos en el ámbito que más ha sabido aprovechar esta leyenda, la cinematografía. Sería en 1922 cuando se estrenaría la que para muchos es la primera película sobre Drácula, Nosferatu, una sinfonía del horror dirigida por F.W. Murnau y protagonizada por Max Schreck, quien interpreta al vampiro del folclore, un ser sin alma, maldito y horripilante. Este Nosferatu no es un seductor noble que promete la vida eterna, sino un chupasangre primitivo y feroz, más familiarizado con una rata que con un murciélago.
El arquetipo utilizado por Murnau, más cercano al monstruo y a la bestia, obedeció en su momento a un problema legal más que de representación, pues Bram Stoker había muerto y su viuda se negó a venderle los derechos de la obra al director por lo que se cambió el nombre de los personajes e incluso la caracterización delos mismos.
Pero en la mente de los cinéfilos se encuentra una actuación especial de este personaje, la representación de Bela Lugosi sigue siendo la versión definitiva de Drácula. El acento pronunciado, los movimientos calculados…, muchas de las características en lasque pensamos cuando hablamos de Drácula provienen directamente del trabajo de Lugosi para el Drácula de la Universal.
Escenas de la película Drácula (Tod Browning, 1931).
Lugosi y Browning crearon la representación del vampiroaristócrata con su impresionante capa negra, de buenos modales, seductor y deimponente planta. La película nos ha legado escenas absolutamente memorables quepervivirán en la memoria de los amantes del cine y, sobre todo, un mito de Hollywood: Bela Lugosi.
El progresivo declive del cine de terror y el desinterés de los espectadoresnorteamericanos, pusieron a la baja el género por lo que decreció el precio de los derechosde imagen de los monstruos míticos de la Universal, algo que aprovechó la productora inglesa Hammer. El sello Hammer abordaría a Drácula con cuatro características que definirían esta etapa: la postura del conde, el marcado carácter sexual de sus historias, la aparición visual de la sangre y la referencia a la religión.
Otro de los monstruos que caracterizan las producciones de la Universal será el personaje creado por Mary Shelley en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), novela que supone la creación de un nuevo mito popular muy presente en el imaginario colectivo gracias, en gran medida, a la labor cinematográfica de la Universal.
La primera versión cinematográfica de la novela fue el corto de Edison de 1910, y en ella la criatura es efectivamente un monstruo que, con aspecto de un vagabundo, aterra e invade una escena doméstica burguesa.
Material promocional de la película Frankenstein (1910), producida por Thomas Alva Edison. New York Public Library Collections.
Pero sin duda fue la película Frankenstein de James Whale (1931), y su secuela La novia de Frankenstein (1935), laque marca un hito fundamental en la construcción del referente visual del mito que pervive hoy en día en el imaginariocolectivo; protagonizadas, ambas, por el actor Boris Karloff, aunque la Universal quería que Bela Lugosi fuera el monstruo, pero el actor se negó porque era un personaje que apenashablaba y exigía un maquillaje muy agresivo.
Esta película es decisiva, puesto que permite ver la operación en la escena de creación de la criatura monstruosa: en una torre expresionista, Frankenstein arma un descomunal dispositivo tecnológico, que se eleva por medio de poleas hasta una abertura en lo alto, para captar el rayo que crea la vida.
Escenas y cartel publicitario de la película Frankenstein (James Whale, 1931).
Boris Karloff dijo una vez: El Monstruo ha sido el mejor amigo que he tenido nunca. El actor londinense, de nombre real William Henry Pratt, se convertiría en mito gracias a este personaje, e iba a ser la pauta de los Frankenstein por venir.
El cine de terror de la Universal fue importante porque fue muy diverso, pero a la vez es un grupo muy compacto. Esa homogeneidad ya empieza a hacerse notar en la presencia de los mismos actores en distintas producciones, como ocurre en La momia (1932). Boris Karloff daría vida a tres monstruos de la Universal que le convertirían en mito del cine fantástico: Frankenstein, el malvado doctor de La máscara de Fu Machu (Charles Brabin, 1932) y la momia Imhotep.
Escenas y cartel publicitario de la película La Momia (Karl Freund, 1932).
Ahora bien, estas repeticiones en los repartos no impiden que cada una de laspelículas del ciclo tenga su propia personalidad. Así, la primera cinta dirigida por Karl Freund es una historia de amor; de un amor que ha durado 3700 años, más quelos dioses del antiguo Egipto entre los que nació.
En esta producción el original literario no sería su fuente primigenia; segúnparece, la novela en la que está basado el guion aún permanecía inédita cuando se estrenóel filme. Sin embargo, pueden encontrarse antecedentes un tanto imprecisos en doscuentos, uno de Edgar Allan Poey otro de Sir Arthur Conan Doyle.
La egiptología despertaba un gran interés en 1932, cuando se estrenó el filme; tansolo 10 años antes Howard Carter y Lord Carnarvon habían descubierto la tumba de Tutankhamón y La momia, hace una clara alusión a esta expedición, ya que comienza conuna excavación del Museo Británico.
En esta producción de la Universal sobrevuela en el relato un bello halo de fantasía romántica, no carente de épica,en la que el amor atraviesa los eones para completar un ciclo propio.
Presente en numerosas culturas -hay quien afirma que es uno de los mitos más universales que existen-, el Hombre Lobo es un personaje mitológico que la Universal ya había estrenado en El lobo humano (Werewolf of London, Stuart Walker, 1935), con Henry Hull como el licántropo. La interpretación y, sobre todo, la caracterización de Lon Chaney Jr. como el Hombre Lobo son los espejos de casi todas las películas de licántropos posteriores.
Lon Chaney Jr. en su papel como licántropo en El hombre lobo (George Waggner, 1941).
Esta bestia se encuentra en series de televisión, videojuegos,canciones, caricaturas, innumerables textos literarios y obras teatrales; no obstante, suorigen mítico no es suficientemente conocido. Licaón es el nombre del primerhombre lobo del que se tenga noticia en el ámbito occidental, su historia es contada por Ovidio (43 a.C.- 17d.C.) en el Libro I de sus Metamorfosis.
Licaón transformado por Zeus grabado de Hendrick Goltzius.
Así pues, el componente mítico del hombre lobo nos remonta a los comienzos mismos de la civilización: nuestra especie no puede renunciar a su origen salvaje, primitivo, y por eso esta historia es tan popular; algo que aprovecha la Universal. A diferencia de Drácula, que encuentra placer en la sangría de sus víctimas, el hombre lobo siente en todo momento un tremendo cargo de conciencia ante la llamada de su naturaleza.
Estos monstruos de la Universal desarrollan un cosmos cinematográfico propio en el que se ven imbuidos cientos de referencias culturales que se ensamblan en una obra única, la obra cinematografía, abriendo así el camino a muchas otras posteriores.
Aparece un último «monstruo» al que hay que hacer una referencia especial, una criatura que tuvo la misma importancia en su momento de producción que los anteriores, y que recoge innumerables referencias e inspiraciones, criatura a la que Guillermo del Toro vuelve a dar vida en La forma del Agua (2017)…