Me gustaría empezar esta entrevista preguntándote cuándo surge tu vocación creativa. ¿Cómo fueron tus inicios en el campo de la escultura?
La verdad es que soy la persona más indecisa del mundo. No tengo claro nada en la vida, pero sí sabía que me quería dedicar al arte. Fue el típico inicio: comencé a estudiar en la Escuela de Arte el Bachillerato y allí me empecé a interesar sobre todo por la escultura. Me encanta el espacio, las tres dimensiones, por lo que al acabar bachillerato y no disponer de una facultad de bellas en Zaragoza estuve cursando el Grado Superior de Escultura en la Escuela de Artes. Era un poquito más clásico, nos dedicábamos a jugar con diferentes materiales, pero siempre intentaba ir un poco mas allá, investigar y llegar al concepto. Fue súper interesante el poder tocar un montón de materiales como el barro, metales, piedra, madera… Fueron tres años que lo pasé súper bien, pero al acabar tenía ganas de más y de explorar otras cosas, igual no en un ámbito tan técnico, sino también descubrir nuevos artistas o generar pensamiento más allá de la técnica.
Entonces me fui a Cuenca, y fui allí porque cuando me encontraba investigando la oferta de universidades, ves que son un poco más punteras Barcelona, Cuenca, Bilbao… Me hablaron bien de Cuenca y terminé allí. Fueron cinco años increíbles. Los dos primeros años estaba un poco perdida de la vida. Te encargas de ir buscando tu camino, tu identidad como artista, y luego ya en tercero me fui a La Habana a estudiar en el Instituto Superior de Artes. Allí fue donde empecé a encontrar un poco mi camino porque al final lo que te encuentras en La Habana es una universidad súper libre donde la formación no es tan académica como en España que tienes que cursar un montón de asignaturas, donde te tratan como un estudiante y no como un artista. Allí en La Habana es muy diferente, el academicismo universitario que tenemos aquí lo desarrollan anteriormente en estudios preuniversitarios , y cuando llegan a la universidad están en otro punto, se encuentran desarrollando sus propios proyectos y el diálogo con el docente es totalmente horizontal. Entonces encontré una madurez para la que yo no estaba muy preparada en ese momento, y lo que hizo fue forzarme en buscar mi sitio en el mundo del arte. Allí empecé a jugar entre la escultura y la imagen, a hacer un montón de instalaciones… Y comencé con la serie de proyectos que vinieron después. Fue como el punto de inflexión.
Entrada a la exposición de la galería Antonia Puyó
Te has formado en múltiples disciplinas como escultura, videoarte, fotografía, arte sonoro, instalación, nuevas tecnologías, como comentabas, en ámbito nacional e internacional. ¿Qué ha supuesto para ti o que ha aportado cada una de ellas?
Yo lo veo como un círculo cerrado, porque como te acabo de comentar allí en La Habana yo estaba súper metida en la escultura e instalación, en plan escultura expandida. También fue un choque cultural, porque yo en La Habana estaba absolutamente fuera de toda la tecnología posible. Allí estaba centrada en la exploración de materiales, cómo conseguir cosas, en el espacio, en la búsqueda de conceptos que hilaran mi trabajo, en contactos con personas… Al llegar otra vez a España después de estar un año completamente aislada, te choca. Te encuentras con el bombardeo mediático, publicidad, Internet, y yo flipé. En Cuba prácticamente no había Internet, en mi universidad algo, pero a lo mejor para conectarme a Facebook necesitaba un día entero. Era mi contacto con el mundo exterior, pero más allá de eso, móviles, teléfonos, todo fuera.
Al llegar aquí comencé a explorar ese espacio que había comenzado en Cuba, pero interesándome por el espacio en Internet, espacios digitales, no tangibles… Allí la escultura empezó a interrelacionarse con la imagen ya que para mí la imagen es escultura.
Me acerqué a la fotografía porque para mí es una forma de captar la tridimensionalidad de una forma muy rápida y así comencé a investigar la imagen, pero de otra forma, a través de Internet, el campo virtual, etc. En la universidad exploré todo esto, diferentes recorridos que aúnan el espacio tridimensional y el espacio virtual, hice bastantes talleres de arte sonoro, psicogeografía, escritura… todo lo que podría abarcar el espacio a mí me interesaba muchísimo.
Cuando acabé la universidad hice un máster de fotografía en Madrid en Blank Paper. Es un máster bastante libre donde mostrabas tus proyectos y de una forma muy horizontal se exponían y se trabajaban entre todos. Ha sido de las mejores experiencias formativas que he tenido, tanto a nivel de profesorado como de alumnado. La energía que se gestaba y todo lo que allí encontré fue súper enriquecedor.
Después reflexioné mucho sobre los cambios que había tenido en los últimos años que pasaron por un interés primerizo por la escultura y su rigidez absoluta, seguido de un interés por el medio fotográfico como inmediatez y pixel y de ahí traspasé la pantalla para llegar a la imagen virtual y de nuevo regresarla a la cotidianidad física, realizando instalaciones en las que la pantalla se vuelve materia y todo cobra sentido. Al final te das cuenta que todo es lo mismo, esa búsqueda de entender el entorno, y cómo nos relacionamos con el. Todo mi proceso creativo es una rueda que se cierra, porque pasé materiales brutos, a la fotografía más pura saliendo de su formalismo, hibridándola con capturas de pantalla y resultando instalaciones de imágenes y materiales cuyo nexo de unión explora los límites del espacio y su representación.
¿Te consideras artista post-millenial? ¿Qué significaría para ti eso?
[risas] Eso me hizo mucha gracia porque en el texto de sala de la última exposición la comisaria me definió como artista post-millenial. Madre mía, no tengo suficiente con ser artista millenial, como para ser post-millenial [risas]. No lo sé, yo trabajo con lo que está sucediendo ahora. Me interesa mucho como los nuevos medios transforman la capacidad de entender el arte, el lenguaje o la forma de expresarnos. Me interesa analizar lo que está pasando y lo que puede pasar en el futuro, cómo la sociedad y las artes se van transformando conforme las tecnologías se integran más en nuestras vidas. Si eso es post-millenial, quizás sí. Pero vamos yo creo que somos muchos los artistas jóvenes que simplemente hemos sido testigos de una revolución tecnológica y jugamos con los códigos que nos ha dejado, y si ahora nos acuñan todos millenial o post-millenial, pues lo seremos. Y ya veremos lo que seré dentro de cinco años, en qué me convierto [risas]. Pero básicamente me considero una persona a la que le interesa comprender y analizar los cambios que se suceden en el presente, como Internet ha cobrado vida más allá de la pantalla y quizá poder imaginar un futuro, ya está.
¿Cómo surgió tu interés por el medio digital y de qué manera vertebra tu obra?
Como te he explicado antes mi interés surgió de la ruptura. Me marcho durante un año de toda vida digital, sin ningún tipo de conexión, y cuando vuelvo me doy cuenta de lo que he vivido. Soy consciente de lo que me rodea, cómo la publicidad de está bombardeándonos, y aunque un año en realidad es poco tiempo, estás realmente metido en otro universo completamente diferente. Sientes esa ansiedad, ese agobio, ese bombardeo de imágenes de forma real. Llegas al aeropuerto y te encuentras con los neones, con la información, y te das cuenta que eso ha estado viviendo contigo de forma totalmente integrada, y entonces empiezas a analizar todo lo que está pasando.
Empecé a investigar la figura de Baudelaire, del flâneur, la figura que experimenta el espacio físico. Es algo que había desarrollado un poquito en La Habana: construir tu propio lugar, mapearlo. Cuando llegas a un sitio que está tan unido al mundo digital, te replanteas cómo el espacio ya no es sólo físico sino físico y virtual. Está fragmentado por pantallas, pero conforma el mismo todo. Ya no es algo real y algo irreal, sino que todo es lo mismo, es el mismo espacio que podemos tocar a través de la pantalla, pero fragmentado por ella. Al final es lo que nos está conformando como sociedad, por lo que fueron mis primeros inicios en la imagen.
Obra de María Rojas. Imagen cedida por la artista.
¿Cómo crees que es la acogida del público del arte digital y las nuevas tecnologías? ¿Crees que resulta fácil de asimilar?
Hay un público muy concreto, interesado en nuevas estéticas, que va a exposiciones, a charlas y te preguntan muchísimo, se interesan por lo que está pasando en la escena contemporánea, en cómo los artistas que están reflexionando le están dando forma a este contenido. El arte digital en sí mismo no es algo nuevo, viene de lejos, pero si me centro en Internet que es la revolución tecnológica por excelencia con la muchas trabajamos, encontramos una escena potente y fresca que tiene cada vez más capacidad de convocatoria y mucho que decir. Pero siempre va a haber otro público amplio que quizás no es tan cercano a ese tipo de arte y si no hay interés el entendimiento y asimilación como es lógico es más complicado. Al final obviamente te mueves en un espacio concreto, te suelen llamar para cosas muy específicas, suelen ser los mismos comisarios porque le interesa tu trabajo, pero, por ejemplo, en esta última exposición en Zaragoza que está un poquito más deslocalizada sí que tenía cierto miedo a que no se entendiese o hubiese cierto rechazo, a que ese círculo al que me refiero no se encontrara pero al final no fue así. La gente puede no comprender en un primer momento pero se interesa muchísimo. Noto mucho interés en cada exposición. Se pueden acercar porque les atrae la estética, ya que la cuido mucho en mis piezas, el color, la puesta en sala, los materiales, la armonía… puede ser el primer paso para que luego la gente se abre a entender otro tipo de arte, otro tipo de cosas que están sucediendo.
Es verdad que acabo de volver de estar viviendo en Berlín, donde se encuentra más fácilmente este tipo de estéticas y reflexiones, es algo mucho más común y está dentro de un circuito de galerías y colecciones importante.
¿Has encontrado aquí más reticencia?
No reticencia, pero aun tiene que explotar. Es verdad que hay comisarios, gestores culturales, espacios, quizás un poquito más alternativos, que se están interesando y abriendo esa puerta. Hay cabida para este arte ya está llegando a espacios de referencia, de hecho nada más llegar de Berlín acudí a Centro Centro a ver ‘Adverbios temporales’ comisariada por Cristina Anglada y volví a creer en la humanidad. Sin embargo en Berlín si que tenía esa sensación de que la gente se reunía en ese lugar para hablar un mismo lenguaje, digamos que aquí ese lenguaje aun está más disperso.
Obra de María Rojas. Imagen cedida por la artista.
Te quería preguntar por tu actual exposición en la galería Antonia Puyó. ¿Cómo se desarrolla?
La galería Antonia Puyó se puso en contacto conmigo cuando aun estaba en Berlín y ya pensaba en volver. Por lo que me comentó llevaba un tiempo siguiendo mi trabajo, exposiciones que había hecho en Madrid. Justo antes de marchar estuve exponiendo PHotoESPAÑA en la exposición colectiva comisariada por Daniel Mayrit y Laura Tabarés ‘Upload-Download’. En esa época también acababa de exponer en un proyecto llamado Géneros y Generaciones en el que un comisario nos unía un fotógrafo joven con otro consagrado. Este proyecto aunaba como las tres grandes temáticas de la fotografía, retrato, paisaje y bodegón, y yo en la parte de bodegón exponía con Gonzalo Puch, por lo que fue el momento en el que creo que ella decidió contactar conmigo.
Cuando ella me propone la exposición yo le presenté un proyecto que en ese momento estaba desarrollando. Había expuesto procesos, pero no el resultado final que tenía ganas de mostrar finalizado.
¿A qué responde su título?
El proyecto no se puede pronunciar. Es parte del análisis sobre el lenguaje que llevo desarrollando en mis últimos proyectos. Tengo cierto interés en la analogía entre texto e imagen, que para mí funcionan de la misma forma. Hay textos que se puede entender como imágenes, y las imágenes digitales hoy en día las podemos entender como textos. Al final tú estás viendo una interfaz en una pantalla, pero detrás de ese conjunto de píxeles hay toda una serie de programación, texto codificado en forma de imagen. Para mí esa conformación de píxeles funciona como texto, que se lee de forma diferente, pero hay mucha similitud.
Los últimos títulos de mis exposiciones suelen ser caracteres textuales que funcionan como imágenes normalmente. Son tipografías donde puedes encontrar símbolos, que tú los miras y ves que hay un texto, pero no los puedes leer porque en tu cerebro funcionan como una lectura de imagen.
En exposición de Antonia Puyó hablo de vaciar el contenido de la imagen y llegar a la estructura y la transformación de la misma, uso muchas formas simples para representar estos conceptos, entonces el título también alude a formas primarias y círculos.
En la galería Antonia Puyó encontramos impresiones digitales, escultura e instalación. ¿Por qué estas disciplinas para tus trabajos?
La investigación que hago es en torno a la imagen y sus límites. Entonces decido sacar la fotografía de su medio natural como puede ser una foto representando algo colgada en la pared. Estamos habituados a que la fotografía nos esté contando cosas en imágenes, representando nuestro mundo. A mí lo que me interesaba en ese momento era la capacidad de la imagen para desdoblarse a sí misma, salir de la pared y contarnos que solo es un medio cuya evolución necesita salir de un formalismo absoluto. Igual lo que me está contando no es tan importante como la forma que ésta pueda tener. Otro de los puntos con los que trabajo es el reciclaje visual. Interactúo con fotos mías, las mezclo con bancos de imágenes… Ya no hace falta generar más imágenes, si yo quiero hablar de los límites de la imagen y hay una imagen en un banco de imágenes de Internet que a mí me sirve para mi proyecto puedo perfectamente descargar esa imagen integrarla y que forme parte de mi propia obra. La idea de autoría en las imágenes está totalmente supeditada a la idea en mis proyectos. Cuando precisamente estoy hablando de que el contenido de la imagen no es lo importante, qué más da quien haga el clik.
Todo esto tiene que ver con una parte de mi vida en la que he trabajé como diseñadora. Te das cuenta que la figura del fotógrafo es completamente prescindible. Cuando tienes que usar fotos, las descargas. Digamos que la imagen es algo que se supedita a lo que quieren comunicarnos, todos usan las mismas imágenes, toda la publicidad se vuelve homogénea en un mismo eslogan.
Esto llevado a mi proyecto trata de un proceso en el que yo lo que hacía era descargarme fotos del banco de imágenes con sus marcas de agua y hablar de que ya no importa generar más imágenes, no importa la autoría si puedo reciclarlas en el momento que estén libres en Internet, poder jugar con ellas y transformarlas para crear mi propio lenguaje.
En Antonia Puyó nos encontramos telas impresas, que aluden a esa imagen líquida que yo metafóricamente acuño como imagen blanda. En lugar de hablar de una imagen material, hablo de una imagen líquida que ha traspasado la barrera de la pantalla y se vuelve otra vez a materializar. La idea era hacer una exposición blandita, con materiales que transmitieran ligereza como esponjas. Los materiales que yo recojo son generalmente de casa, cosas cotidianas que puedes encontrar en supermercados, en un bazar o en cualquier sitio. Hablan de esa limpieza de la imagen de “no quiero contar nada”, una ironía de “vamos a borrarlo, a limpiarlo todo y vamos a transformar generando un lenguaje nuevo”.
Además de las fotografías hay una escultura, una fotografía plegada. Sobre ella, un cable que cae con unos corchitos dentro de una bolsa donde se establece una tensión ya que los cables están para sujetar cosas pesadas pero lo que sujeta en realidad es corcho súper ligero. Vemos todo el rato esa tensión entre lo físico y lo virtual, lo rígido y lo blando.
Es una exposición que sale de la pantalla, muy liviana y etérea… También hay fotografías enroscadas de forma vertical que juntas generan un movimiento, pero con una fotografía que ya ha salido de la pared y ocupa su lugar propio. Al final cuando tú sacas la fotografía de la impresora tiene esa forma, entonces también es autonomía de la imagen y su material.
Obra de María Rojas. Imagen cedida por la artista.
¿Tu exposición en galería Antonia Puyó es la primera individual que haces?
Es la segunda, esta es la primera en la galería Antonia Puyó. Anteriormente ya he expuesto en Madrid en Blank Paper, comisariada por Fosi Vegue, el director del espacio, con mi anterior proyecto Login.
Quería preguntarte por tus experiencias anteriores. Además de la individual que me comentas ahora, ya habías participado en otras colectivas como Upload/download, alojada en PHotoESPAÑA y en el convento o santa maría la rica de Alcalá de Henares. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Pues al final ha sido una especie de recorrido, poco a poco, cada vez con proyectos más interesantes bajo mi punto de vista. La verdad es que estoy bastante contenta de estar exponiendo ahora con Antonia Puyó y lo que me ha llevado a ella. Nada más llegar a Madrid fui seleccionada para exponer en Jääl Project en un hotel cerca de la Latina. Era una convocatoria para jóvenes artistas, cada uno tenía una habitación de hotel, seleccionaron tres proyectos ganadores, y el mío fue uno de ello. Con ese proyecto ya expuse en la feria Jääl Photo ya con la galería Espacio Plano B, que ahora está disuelta, pero en aquel momento estuve exponiendo con Álvaro Vargas en el hotel.
Después de esa hice el máster en Blank Paper, gesté Login, uno de los proyectos que más he expuesto y más he movido, y al acabar el máster saqué una maqueta de fotolibro. Estuvo moviéndose por festivales como GuatePhoto, fue dos veces finalista de Fiebre Photobool, se expuso como individual en Blank Paper… Después los comisaros Daniel Mayrit y Laura Tabarés me llamaron para PHotoESPAÑA, y fue increíble porque al final estaba exponiendo con Penélope Umbrico y con referentes del panorama internacional respecto a arte de Internet. Para mí ese fue un momento súper bonito e interesante. También expuse ese mismo proyecto con Gema Melgar y Cristina Anglada , la comisaria que ha escrito el texto de la exposición de galería Antonia Puyó. Esta exposición fue para This Is Jackalope, el proyecto de gestión que tienen ambas. Fue una exposición pop-up en el Palacio de la Prensa en Callao, una experiencia muy interesante exponer en ese espacio y conocerlas. Después como te comenté me llamaron para Géneros y generaciones con Gonzalo Puch y comisariada por Iñaki Domingo. Ahí empecé a mostrar parte del último proyecto, poniendo una serie de imágenes en diálogo con Gonzalo, fue un proceso complejo en el que pusimos en relación dos universos muy diferentes y ahora como algo más relevante está la exposición de galería Antonia Puyó en Zaragoza. Por eso digo que ha sido pasito a pasito, donde una cosa ha ido llevando a otra. Después de PhotoEspaña me tomé mi break en Berlín, donde no hice nada [risas], estuve trabajando como diseñadora en GlogauAIR y viviendo un montón de cosas pero no fue muy productivo a nivel producción. Fue un momento súper rico donde vi muchísimas cosas, estuve absorbiendo mucha información y además también es necesario parar un poco y respirar.
Obra de María Rojas. Imagen cedida por la artista.
¿Cómo abordas la producción artística? ¿Tienes tu propia metodología?
Cuando estoy terminando un proyecto se plantean muchas dudas. Es un periodo de tiempo extenso y durante ese proceso leo mucho, investigo, pienso mil historias, por lo que este pensamiento se va ramificando y comienzan entre líneas nuevas ideas, algunas las seguiré desarrollando otras se quedan apuntadas en algún cuaderno. Al final cualquiera de mis proyectos hablan de mis inquietudes e intereses e intento darles un carácter muy personal. Cualquier idea la apunto. Yo trabajo mucho escribiendo. Mi trabajo súper digital … pero luego yo soy muy analógica [risas]. Yo tengo mi libreta y boli al lado, mucho boceto y muchísima escritura antes de desarrollar proyectos. Me influencia mucho la publicidad, el diseño, nuevas tendencias de diseño editorial, me gusta mucho cómo se van desarrollando los nuevos lenguajes en los libros. Al final es otro espacio que la gente lo está construyendo y eso me influye mucho a la hora de entender los trabajos y espacios en los que trabajo. Otra de mis grandes inspiraciones es irme a pasar la tarde a Leroy Merlin a ver materiales brillantes.
También había visto que trabajabas en el mundo editorial.
Sí. Ahora que acabo de inaugurar en Antonia Puyó el próximo paso es hacer una maqueta, pasarla al mundo editorial. Tengo bastante pensado cómo va a ser y lo siguiente ya va a ser producir un trabajo editorial en torno a la misma temática que la exposición. Me gusta mucho el diseño editorial y si tengo posibilidad querría llevarlo todo al formato libro.
Por eso también esa dualidad, entre que trabajo mucho estéticas y conceptos digitales pero luego me encanta llevarlo todo a un plano muy tangible. Al final es mezclarlo todo, porque somos nosotros así, somos cuerpo y somos pantalla, somos todo.
Obra de María Rojas. Imagen cedida por la artista.
Precisamente lo siguiente que te quería preguntar era si tienes nuevos proyectos encauzados. ¿Podrías contarnos un poco acerca de tus futuros planes?
El siguiente proyecto es el que te acabo de comentar, que también me llevará su tiempo.
No te había comentado que también acabo de inaugurar un proyecto colectivo llamado Feminismo y feminidad, una reflexión visual, que ha sido muy interesante poder participar ya que yo siempre he sido una persona que he trabajado con proyectos que no tienen nada que ver con la identidad o género y me apetecía exponer mi visión. Soy bastante consciente de la situación de las artistas fuera del combo hombre heterosexual y fue muy importante para mí exponer mi visión basada en una pieza que hablaba de los clichés que se le atribuyen a ser mujer, y como las artistas muchas veces solo tiene cabida para hablar de la visión femenina de… Me parece súper necesario que haya mujeres reivindicando el papel de la mujer artista, pero también mi posición como mujer artista es que no solo no tiene que tener el poder de convocatoria exposiciones en torno a la mujer, o la mirada de la mujer en otras artes… La mujer puede tener palabra en muchas temáticas y espacios que no sea La mujer en…. Los hombres tienen cabida en cualquier tipo de exposición. Yo quiero hablar de medios digitales, y no me voy a cuestionar qué género tengo porque da exactamente igual. Últimamente ha habido una serie de exposiciones sobre el papel de la mujer en los nuevos medios, de cómo nos representamos a nosotras mismas, etc. Me parece muy bien y es necesario, pero también hay que normalizarlo.
Dentro de esta exposición fuimos doce artistas, donde cada una expresó su reflexión de forma muy horizontal. Fue un trabajo muy largo de seis meses donde estuvimos trabajando en dos exposiciones, y hubo miradas desde radicalización, normalización, género, cliché. Expusimos en el Hotel Colón y ahora día 27 de noviembre se va a Barcelona. Esa es la próxima exposición más reciente que está a la vuelta de la esquina.
Obra de María Rojas. Imagen cedida por la artista.
Para concluir, te quería preguntar por tu percepción acerca del panorama cultural de Aragón. En este sentido, ¿puede un artista joven vivir de sus creaciones actualmente?
Creo que es muy difícil. Para empezar en Aragón creo que el panorama artístico tiene que mejorar bastante. Yo soy bastante crítica con el panorama aragonés, aunque también España tiene una problemática: el arte contemporáneo está súper centralizado. Hay artistas interesantes en cualquier lugar y ahora mismo si quieres tener un poquito de visibilidad te tienes que venir a Madrid o a Barcelona, y eso es una realidad. Yo creo en este caso desde Aragón deberían reforzar un poquito la visibilidad y dar más apoyo a los artistas aragoneses. Desde las instituciones hace falta un trabajo muy duro.
Y sobre poder vivir del arte, yo lo veo muy complicado. Hay gente que quizá lo está consiguiendo, pero creo que para la mayoría de artistas emergentes o personas que estamos comenzando es bastante difícil. Al final todos terminamos luchando por las mismas becas y ayudas, pero hay mucha competencia porque está muy precarizado el sector. Está muy presente que el artista tiene que crear, pero el artista no vive de su trabajo. Hay que normalizar el trabajo de artista como otro trabajador más. Yo personalmente no pago el alquiler con mi obra, sino con miles de trabajos alternativos. Del arte yo no vivo en este momento y creo que todavía me queda bastante [risas].
Respecto al círculo que puedo conocer muy poca gente vive solo de su obra sin una vía secundaria.
Son profesores, docentes, diseñadores, bodas, bautizos, comuniones, comercio, camareros… Por ejemplo, ahora en Madrid sí está saliendo alguna ayuda como Matadero que ha sacado unas residencias donde les dan un sueldo a seis artistas durante un año para que puedan trabajar allí y tener su espacio para crear. Al final estás haciendo de mecenas, y hacen falta estas cosas porque también es calidad para el arte español, porque si le estás dando la posibilidad a una persona de no estar fragmentando su tiempo en mil historias y centrar su foco en su obra, obviamente va a mejorar la calidad de tus proyectos a nivel técnico y conceptual. Eso repercute a tu propio territorio, porque estás ayudando a una generación de artistas con mucha mejor calidad de trabajo. Entonces yo en esto soy un poco crítica. Creo que el mundo del arte está un tanto olvidado, todavía queda demasiada idea romántica respecto al artista.