Entrevistamos a Sandra Santana

sandra santana

Entrevistamos a Sandra Santana (Madrid, 1978), escritora, traductora, poeta y profesora de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Sandra es la autora de tres poemarios –Marcha por el desierto (2004), Es el verbo tan frágil (Pre-textos, 2008) y ¡Pum! Un tiro al pajarito (Arrebato Libros, 2014), y un ensayo, Karl Kraus en la Viena de fin de siglo (Acantilado, 2011) ; además de traductora de Karl Kraus, Ernst Jadl y Peter Handke. Le preguntamos por sus opiniones sobre la relación de la filosofía y la literatura, la posición de la mujer en el mundo de la poesía, y sus propios gustos y evolución.

Eres profesora de filosofía, escritora, y traductora. ¿Cómo compaginas las tres actividades? ¿Qué relación crees que existe entre ellas?

Las tres actividades están claramente relacionadas entre sí por el vínculo común con la lectura. La lectura como búsqueda de una comprensión siempre precaria y siempre provisional del mundo. La filosofía sería, parafraseando a Aristóteles, una respuesta refleja ante el asombro. La literatura es más bien una pasión (que como todas las pasiones hace sufrir en la misma medida que proporciona felicidad) y la traducción, en el mejor de los casos y si no hay presiones de por medio, un juego, y una herramienta para compartir lecturas. Las compagino como puedo, las tres actividades se alimentan unas de otras, pero también se roban tiempo unas a otras.

¿Cuáles son tus intereses como escritora? ¿Y como lectora?

En la escritura de poemas me interesa la sensación de libertad que consiste en no ver condicionada la escritura más que por el propio gusto. Dejarse llevar únicamente por aquello que persigues, por aquello que quieres ver escrito, por la forma que tiene esa idea a la que quieres dirigirte… Esto es algo poderoso, ilusionante. Ese momento en el que todo es posible.

Como lectora mis intereses son variados. Leo ensayo, poesía y bastante narrativa, pero en todos los géneros busco desesperadamente algo inesperado, y que me sirva para entenderme mejor. Esto no es cosa fácil.

¿Puedes contarnos cómo llegaste a la filosofía o a la literatura? ¿Hubo una de ellas que precedió a la otra?

Nunca he podido distinguirlas demasiado bien. Recuerdo con precisión el deslumbramiento que me produjo, estando todavía en el instituto, descubrir la narrativa de vanguardia: Virginia Woolf, Beckett, Joyce, Faulkner, Ionesco, y muchas cosas más… Iba a la biblioteca religiosamente cada quince días a por dos libros nuevos: una novela y algo de poesía o teatro. Devolvía dos y cogía otros dos. Esto duró algunos años. Estaba sola en aquello. No tenía ningún compañero o amigo con quien compartir esas lecturas. Recuerdo caminar hacia la biblioteca pública de mi barrio de Madrid con emoción, buscar los libros… Era una etapa difícil, pero ese encuentro con la lectura era algo emocionante y muy, muy, intenso. Llevaba una vida normal: iba al instituto, salía con los amigos, pero lo verdaderamente importante estaba en ese ritual y en la lectura. Nunca he disfrutado tanto de los libros, y no creo que lo vuelva a hacer. Me acercaba a las novelas con preguntas filosóficas. Necesitaba saber, tener alguna pista sobre cómo vivir, entender algo, encontrar compañía en un mundo que me parecía brutalmente extraño e incomprensible.

¿Hay alguna de tus creaciones de la que te sientas especialmente satisfecha?

Nunca he conseguido escribir el libro que soñé que podría llegar a escribir. Pero a la vez en todos creo haber conseguido algo. Todos nacieron de una necesidad real de dar forma a algo, de decir algo, de crear lenguaje.

Entre Marcha por el desierto y ¡Pum! Un tiro al pajarito hay un cambio de estilo notable. ¿Cómo juzgas a tus primeras obras? ¿Notas tú misma esa evolución?

Bueno, no lo definiría como una evolución. Marcha por el desierto es un libro algo deficiente en cuanto a las herramientas, un poco torpe a veces. Pero es el nacimiento de todo, hay una ruptura y un dejar atrás cosas que identifico con la entrada en la madurez, pero también con el descubrimiento de las posibilidades de la escritura.

Lo que sí he intentado hacer en cada libro es inventar un lenguaje o una manera de decir para poder decir. De modo que hay cambio, pero no evolución. Lo que tenía que decir en ¡Pum! era algo muy distinto, y por eso el juego era también distinto. En el primero me servía de las imágenes del mito bíblico del éxodo, en el último estaba presente el mundo de la fantasía, de los cuentos, de la magia. También hay más ironía y distanciamiento en los últimos libros, pero ahora creo que esto es algo bastante relativo y circunstancial.

En 2011 ganaste el premio Ciutat de Barcelona por tu ensayo sobre Karl Kraus. ¿Qué te llamó la atención de ese periodo histórico y específicamente de su figura? ¿Ha sido Karl Kraus una influencia para ti? ¿En qué sentido?

Hay un aforismo de Kraus que lo resume muy bien :«Die Sprache ist die Mutter, nicht die Magd des Gedankens» (El lenguaje es la madre, no el aya del pensamiento»). ¿Qué quiere decir que el lenguaje es la “madre” del pensamiento? Esto es lo que intentaba responder en ese ensayo. La respuesta es compleja, pero la pregunta está muy presente en gran parte de la literatura y el arte del siglo XX. La lectura de Kraus es fascinante, es un autor tremendamente exigente con la escritura, pero también muy sensible a su capacidad para crear belleza. Yo encuentro mucha ternura y mucha luz en la escritura de Karl Kraus a pesar de su aparente severidad. Esto tal vez no se ve tan claramente en sus sátiras periodísticas, pero se destila en sus poemas.

En general el mundo de la poesía siempre ha sido un contexto más “masculino”, especialmente en lo que respecta a lecturas o recitales, pero también a nivel editorial. ¿Consideras que esto está cambiando en los últimos años? ¿Crees que tu género ha afectado en alguna manera a tu entrada en la poesía?

En la generación de poetas a la que pertenezco hay tantas mujeres poetas interesantes, si no más, que hombres. Yo me he formado en poesía con esta certeza. No es algo por lo haya tenido que luchar, para mí es un hecho evidente y también lo es para los muchos poetas hombres con los que hablo y me relaciono. Hablo de mujeres que publican poesía y están en el circuito.

Ahora bien, se puede decir que se otorgan menos premios a mujeres o que éstas no publican en las editoriales con mayor distribución, y que por lo tanto tienen menos visibilidad. Esto es cierto, pero hay también muchos hombres que son fantásticos poetas y que tampoco están en estos circuitos, probablemente los mejores. A la mesa de los “poetas laureados” se sientan mayoritariamente hombres, pero un tipo de hombre muy determinado, muy complaciente y muy poco interesante a veces. Afortunadamente, hay bastante diversidad editorial desde hace años y yo no encuentro dificultades para publicar y, lo que es más importante, no tengo dificultades para encontrar buena poesía que leer.

En esta dirección, ¿podrías hablarnos de alguna creadora a la que admires?

Muchísimas, sólo una lista de ejemplos: Luz Pichel, Chus Pato, Ana Gorría, María Salgado, María Eloy García, Patricia Esteban, Mercedes Cebrián, Julieta Valero, Ángela Segovia, Berta García Faet…

Has tenido la suerte de poder vivir y estudiar en distintas ciudades del mundo antes de alojarte en Zaragoza. Desde esta perspectiva, ¿cómo valoras el mundo del arte y de la cultura en Aragón, o en la ciudad?

Un lujo maravilloso que tienen los lectores en Zaragoza son sus librerías: la Antígona, Cálamo, la Pantera Rosa… Los libreros no sólo venden libros, sino que dinamizan la vida cultural de la ciudad. En el ámbito artístico, a falta de subvenciones, me parece que hay bastante autogestión y un público interesado y que se implica. Recuerdo una exposición reciente de la artista Helena Santolaya en la que consiguió que doscientas personas la ayudaran a trasladar su pasillo a la Sala Juana Francés de la Casa de la Mujer. Fue una fiesta.

¿Nos puedes contar en qué estás trabajando en algo ahora mismo?

Trabajo en un libro de poemas, La parte blanda. Es un largo poema, en realidad, en el que la lengua habla de la lengua, y de meteoritos, y de canciones que salen y entran por los oídos y bocas, y de sombras de ramas sobre árboles, y de monedas, y de simios…

 

 

Imagen superior: portada del libro Y ¡pum! Un tiro al pajarito (2014), de Sandra Santana

 

 

Sara Barquinero

Colaboradora de la Revista Kalós