Fotos por todas partes. Selfies, paisajes, hashtag comida bonita, hashtag comida sana, vacaciones, piernas morenas frente al mar. Que vivimos en el mundo de la imagen no es nada nuevo. La fotografía se ha expandido hasta tal nivel que todos llevamos varias cámaras encima sin darnos cuenta: en el móvil, la digital colgada del cuello, la tablet…Estamos preparados para capturar “la imagen perfecta” en cualquier momento. Estamos haciendo, sin darnos cuenta, la historia de nuestro presente.
La fotografía como obra documental existe prácticamente desde la creación de las primeras cámaras. En 1839 se anuncia el nuevo invento: el daguerrotipo, desarrollado por Louis Daguerre, y casi al mismo tiempo William Fox Talbot presentaba el calotipo (del griego kalós, bello, lo cual nos encanta en nuestra revista), que tendrá más continuidad: se produce un negativo que mediante la luz se positiva en un papel químicamente tratado. ¿Te suena, no?
Rápidamente, la tecnología óptica fue avanzando y, con ello, las posibilidades para obtener mejores imágenes más rápido. El deseo impresionista de captar el momento hecho realidad.
Los periódicos comienzan a interesarse por añadir estas fotografías, siendo la primera de España obra de Pascual Pérez y Rodríguez en El Diario Mercantil de Valencia, en el año 1852. Así comienza la fructífera relación entre periodismo y fotografía, cuya cristalización se produjo en Alemania tras la Gran Guerra. La libertad de prensa durante la República de Weimar, unida a la terrible situación de posguerra en el país, hizo que muchos fotógrafos se interesasen por plasmar todo tipo de temas sociales que serían difundidos por varias agencias y revistas. Erich Salomon fue uno de ellos, pero además el primero en autodenominarse fotoperiodista. Captó la actualidad política de entreguerras en escenas interiores de políticos reunidos en diferentes situaciones. Poco después comenzarían de nuevo los conflictos bélicos, desplazándose numerosos fotógrafos para cubrir las noticias.
Se dice que la Guerra Civil supuso el inicio para la cultura visual de masas, llegando a su culmen en la Segunda Guerra Mundial. Fotógrafos reconocidos vinieron a España para difundir las imágenes de la contienda por todo el mundo. Robert Capa, Gerda Taro, Hans Gutmann y Cartier-Bresson, entre otros, inmortalizaron el absurdo de la guerra y se coronaron como padres del fotoperiodismo.
Efectivamente, la guerra y todas las revueltas sociales han sido las protagonistas de este género, que desde los años 70, ha sido apreciado también como una obra artística. Sin embargo, retornando al inicio del artículo, en la actualidad todos estamos armados con una cámara que nos permite documentar un suceso en cualquier momento, cuestionando la calidad de las producciones y su valor artístico. Hasta un niño de 10 años –y lo digo literalmente, como es el caso de la joven palestina Janna Yihad- puede documentar una guerra.Se dice que el fotoperiodismo ha muerto. Nosotros no lo creemos.
Los fotoperiodistas no sólo hacen visibles las injusticias, sino que lo combinan con un sentido estético en su imagen. Los continuos conflictos y desigualdades sociales hacen que nunca falte material de trabajo y, arriesgando su seguridad, se mueven a las zonas de conflicto para cubrir los sucesos.
En Aragón encontramos muchos de ellos, lo que ha hecho que paulatinamente se les preste más atención en la ciudad.
Nuestro adoptado Gervasio Sánchez ha cubierto conflictos armados como la Guerra del Golfo, Bosnia, Somalia, Ruanda y Afganistán, realizando en este último fotografías para la exposición Mujeres de Afganistán. Hace un año pudimos ver en el Centro de Historias las 150 fotografías de Gervasio acompañadas de los textos de Mónica Bernabé, periodista y fundadora de la Asociación por los Derechos Humanos en Afganistán (ASDHA).
En la exposición se denunciaba la actual situación de las mujeres del país, ya que se ha catalogado como el peor país en el que ser mujer. A través de rostros con nombre y apellidos, acompañados de su historia, nos adentramos en el tortuoso mundo femenino en el cual no falta violencia, machismo y pobreza en un estado tan extremo que muchas de ellas llegan a suicidarse con la forma más común allí: quemarse a lo bonzo. Otro interesante punto de la muestra fue la historia que nos cuenta Azita, una mujer con buena formación académica que se dedica a la política. Podría parecer que es un avance en el país, pero la inclusión de mujeres en el Parlamento obedece a una ley del año 2005 impuesta de forma exterior, ya que el país sigue ocupado por EEUU, para aparentar que tras la guerra se trajo el progreso.
Aquella guerra fue un preludio del conflicto que hoy se vive en Siria. El zaragozano Diego Ibarra es cofundador del grupo MeMo (Memory in Motion). Ha vivido Pakistán durante 5 años, pero también ha viajado a Afganistán, Nigeria, Libia y Líbano, donde ha fotografiado las escenas más crudas de la guerra. Hace apenas dos meses el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos Pablo Serrano acogía la exposición Mare Nostrum. Guerra y éxodo en el Mediterráneo, en la que se nos contaba sin filtros una reflexión sobre los refugiados por guerras en el Mediterráneo. Junto a cuatro fotoperiodistas más, entre los que se encuentran Manu Bravo -Premio Pulitzer 2013 por sus fotos de la guerra en Siria-, Fabio Bucciarelli, José Colón y Guillem Valle, plasman en cuatro etapas el camino que recorre un refugiado que, sin embargo, no tiene asegurado el futuro aunque consiga llegar a zona europea.
Un nigeriano camina sobre las ruinas de su casa después de que Boko Haram haya arrasadosu poblado en el estado de Borno, Nigeria 2014, imagen cedida por su autor Diego Ibarra.
El tema de los refugiados ha sido más veces tratado en nuestra ciudad recientemente. En el edificio Betancourt de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza se expuso Atrapados, una serie de 20 fotos realizada por cuatro voluntarios de la Asociación amigos de Ritsona en Grecia, entre diciembre de 2016 y enero de 2017.
También podemos verlo en la exposición solidaria Refugiados. La huida invisible que estará hasta el 21 de mayo en la sala 4º espacio de la Diputación de Zaragoza. Siete fotoperiodistas nos muestran de nuevo la tragedia de los civiles que tienen que dejar su país forzados por la guerra en busca de un lugar seguro. Desde Bosnia, Afganistán o Grecia, vemos cómo se repite la historia. Uno de los fotógrafos que participa es Ángel de Castro Lázaro, (jefe de la sección de fotografía de El Periódico de Aragón), quien cuenta con una variopinta trayectoria profesional en la que podemos encontrar desde unas de las primeras fotografías de Héroes del Silencio, hasta la huelga de mineros de Teruel de 2012. También participan Juancho G. Barrecheguren, Camino Ibarz, Fernando López Sierra, Rubén Darío Alonso, Rut Zumel y Uhegun.
La zaragozana Ana Palacios abordó el tema de la esclavitud infantil mediante la exposición Niños esclavos. La puerta de atrás que pudimos ver el pasado mes de marzo en la Casa de las Culturas de Zaragoza. El África Subsahariana es la región del mundo con más esclavitud, 59 millones de personas, del cual el 21% son niños. La fotoperiodista ha contado con el apoyo de Unicef para su proyecto, que comenzó en 2015. Visitando centros de recuperación de menores de Togo y Benín nos ha transmitido la realidad de estos niños acostumbrados a que la violencia caiga sobre ellos.
Así mismo, publicó en 2016 Albino, un libro que a través de preciosas fotografías nos muestra el doble drama de los albinos en Tanzania: por una parte son marginados y asesinados por brujos, ya que se cree que poseen propiedades mágicas; por otra parte, el cáncer de piel supone un riesgo del que todavía no se ha encontrado cura. Lejos de ser fotografías dramáticas, nos muestra en imágenes coloridas y con una atmósfera tranquila la cotidianeidad, a veces dura y otras alegre, de estas personas, teniendo una visión optimista del fotoperiodismo como herramienta de cambio social.
Niños albinos saltando a la comba. Imagen cedida por su autora Ana Palacios de su libro Albino.
Como no quisiéramos acabar con una sensación amarga, terminamos exponiendo el proyecto de la aragonesa María Torres-Solanot, quien trabajó para el Heraldo. Tras cubrir conflictos en Bolivia, Ucrania, Palestina y el Kurdistán Turco, así como la elaboración del documental La Dignidad (2016), sobre los refugiados, ha decidido realizar el proyecto Músicas del mundo, el cual establece un punto de encuentro a través de la música. Pasando por África, América, Asia y Europa, todas las culturas son recogidas, conservando en ella sus rasgos identitarios pero reivindicando la libre movilidad.
El proyecto se encuentra todavía en fase de elaboración, pero ya podemos ver en su web algunos de los artistas que han participado. Los retrata donde ellos eligen y posteriormente elaborará un documental. El punto en común entre todos ellos es haber vivido en el extranjero, incorporando elementos de otras culturas a su producción. Entre ellos podemos ver a Kase.O como ejemplo de un español en el extranjero –ya que vivió en Colombia-, pero también vemos el caso contrario en Gigi Cano, baterista y cantante dominicana residente en Zaragoza, con la que os dejamos disfrutando.
Imagen superior: Mujeres de Afganistán de Gervasio Sánchez y Mónica Bernabé en el Centro de Historias.