Si bien siempre merece la pena asomarse al interior de la Lonja y levantar la cabeza, os aconsejamos que también os dejéis caer próximamente para mirar un poquito más abajo y conocer la obra del aragonés Natalio Bayo. La cita es hasta el 28 de mayo, y no hace falta que esperéis mucho puesto que en la primera sala ya encontraréis algunos de los cuadros más prometedores.
La exposición acoge una retrospectiva del artista nacido en la localidad zaragozana de Épila en 1945. En sentido cronológico se nos muestra un número notable de las obras que según Natalio ilustran mejor su carrera.
Aquí nos enseña principalmente su faceta como pintor a partir de los años 70. Esta dedicación fue altamente motivada por conseguir el I Premio de San Jorge en Zaragoza. Durante esta prolija década es integrante del Azuda 40, grupo artístico con el que también expuso en la Lonja.
La práctica totalidad de los trabajos expuestos corresponden a óleos, pero como nos sorprende en la última sala, también se atreve con el collage. No obstante, el perfil del artista es de lo más polifacético, puesto que además de ser pintor es dibujante, grabador, orfebre, ilustrador, diseñador publicitario y de joyería.
Sala de la exposición de Natalio Bayo en la Lonja de Zaragoza. Fotografía de Daniel Marcos, Ayuntamiento de Zaragoza.
A lo largo de su trayectoria descubrimos distintas vertientes en sus obras, que viajan desde el realismo, pasando por lo onírico hasta lo costumbrista. Su trabajo es claramente figurativo, donde las siluetas de los personajes destacan sobre celajes nebulosos o fondos asépticos marcados por la indefinición. Otro rasgo característico es el potente cromatismo, de especial armonía en las creaciones de juventud.
En las obras más ancianas de la muestra, Natalio retrata personajes impersonales de formas rotundas y masivas. Perfila con su pincel sin disimulo, sin borrar la huella de las cerdas. En este proceso, la planitud de los distintos campos de color se diluye, ensuciando y arrastrando sombras.
Un ejemplo notable en la creación de texturas lo apreciamos en Los músicos jamás fueron escuchados (1971) donde parece hacer uso de la técnica del estarcido, con la que utiliza plantillas para crear motivos decorativos en los ropajes de los flautistas. Otro alarde en la creación de textiles lo encontramos en los ricos damascos que envuelven a la figura homónima de El papa Luna (1978), obra que reconocemos que nos fascina.
Las interesantes pinturas del artista en torno a los años 70’ se caracterizan además por la inclusión de contenido crítico. Así lo evidencian Inquisidor ocioso (1976) o Animales versus animales (1980). A partir de la década de los 80′ sus obras pierden cierta coherencia y unidad cromática, característica de la paleta de los primeros años. Selecciona igualmente vivos tonos, pero en combinaciones mucho más arriesgadas y contrastadas.
Inquisidor ocioso (1971) Fotografía de Daniel Marcos, Ayuntamiento de Zaragoza.
Del mismo modo, la vertiente social se atenúa, dando paso a nuevos temas como es el regionalismo, la sensualidad femenina, o los caballos, casi una excepción entre los humanos que monopolizan sus obras aunque no por ello menos importante para el artista.
Al respecto de los personajes, retrata y reinventa iconos identitarios de la ciudad de Zaragoza tales como San Jorge, el papa Luna, una jotera, el río Ebro o incluso el cierzo. Del mismo modo también plasma otros de proyección internacional como es el caso de Farinelli.
No pasará inadvertido para el visitante el referente constante que supone para Natalio Bayo el Renacimiento italiano. Este contacto fue alentado gracias a la dotación de una beca que le permitió disfrutar de una larga estancia en este país durante su juventud.
A partir de entonces se percibe su atracción por los elegantes y aristocráticos perfiles característicos del Quattrocento. Esta fuente de inspiración se combina con tintes surrealistas para crear obras llenas de ensoñación.
Cabría destacar un recurrente elemento que puede haber tomado de maestros como Masaccio o Paolo Uccello: el turbante. Con él toca a muchos de sus personajes, fantaseando con los pliegues y ondulaciones de la fina prenda.
No obstante, Natalio no se cierra. Ni en técnica ni en turbantes. Así, se actualiza usando el collage y referentes de la pintura flamenca. Podemos apreciarlo en El dibujante (2017), donde es clara la inspiración en El hombre del turbante rojo (1433), posible autorretrato de Jan van Eyck.
En definitiva, os animamos a sumaros a la lluvia de visitantes que han aprovechado esta oportunidad para conocer la personalidad de Natalio Bayo.