Se abre la pesada puerta y aparece un mundo postindustrial, en ruinas. Las antiguas fábricas están abandonadas y no hay rastro de vida humana viva. Sin embargo, una masa informe de carne balbuceante empieza a crecer hasta explotar. Tras ello, la puerta se cierra con un sonoro golpe que nos despierta de la ensoñación.
Con esta proyección de María Núñez comienza la exposición Postnaturaleza, celebrada en Etopía, que nos acerca a la diversidad del bioarte. Se trata de una disciplina todavía controvertida cuya definición exacta todavía está a debate. Su comisario, Daniel López de Rincón, nos presenta diversidad de tendencias a las que está abierto el bioarte con algunos trabajos desarrollados dentro de Etopía.
Podríamos decir que, a grandes rasgos, hay dos formas de acercarse a este tema: la primera, utilizando imágenes de temas relacionados con la biología y la tecnología (corriente biotemática); la segunda, haciendo uso directo de materia viva (corriente biomedial). Si bien con ambas se pretende hacer una reflexión sobre el uso que hace el ser humano de la naturaleza, existen ciertas controversias respecto a la legitimidad del uso y experimentación con materia viva, llegando a comparar algunos trabajos con los experimentos eugenésicos nazis.
Este tipo de obras, según sus detractores, perpetúan e insensibilizan en el espectador frente a prácticas amorales. Sin embargo, lejos de posicionarse a favor o en contra, los artistas realizan estos experimentos en un marco artístico que permite la exploración imaginaria e irreal, de nuevos mundos y vías de actuación, como ya sí se permite en contextos literarios o cinematográficos (como el ciclo de cine cyberpunk que acompaña esta muestra).
Así pues, vemos la colaboración entre artistas y científicos que hacen uso del arte, la biología y la tecnología para crear diferentes obras que tienen en su fondo un leitmotiv común: la subjetividad con la que nos aproximamos a la naturaleza. La exposición se divide en tres partes relacionadas con temas tradicionales: Paisaje, Retrato y Naturaleza(s) muerta(s).
Respecto al tema del Paisaje, el recorrido nos aproxima a diferentes visiones de la relación humana con la naturaleza. Desde la cooperación con ella en el Proyecto Biosfera de Joaquín Fargas, a la crítica performance de Regina José Galindo, Recorte por la línea, sobre cómo el patriarcado ha generado una imagen de mujer perfecta que debe “amoldarse” mediante la cirugía estética. También encontramos una crítica a la veracidad inmediata que se le otorga al conocimiento científico en la obra de Joan Fontcuberta y Pere Formiguera.
La escalera de Jacob, Dali.
La sección de Retratos nos presenta nuevas definiciones de la representación de la identidad. Abriendo la sección con el libro La escalera de Jacob, de Salvador Dalí, nos acercamos a uno de los pioneros en incluir los avances genéticos en la obra artística. Al incluir ADN en sus pinturas, está viendo el reflejo de la perfección de la creación divina de forma material. En contraposición a esta rama de representación del tema biológico (la llamada rama biotemática), Empar Bruxeda presenta El mutante ggi-1 (el genoma del gusano incierto), una colonia de gusanos viva que ha acompañado a la artista desde 2009. En este caso se partiría de una mirada todavía más crítica que hace uso directo de la materia viva, pues como decía Eduardo Kac «Bio art is in vivo». Sería pues la llamada corriente biomedial.
La última sección quizá sea la que más directamente apela a nuestro sentido de la responsabilidad con la naturaleza. Los diferentes artistas que han participado nos muestran un presente en el que nuestras acciones tienen un efecto contaminante del entorno. Ejemplo de ello son las dos obras de Joana Moll, en las que se mide la polución con el uso de Internet. Brandon Bellengée realiza “ecoacciones” con el fin de frenar la destrucción futura del entorno. Sin embargo, la instalación de Q.R*3 nos lleva a un futuro 2024 en el que no quedan recursos en el planeta. Se trata de un planteamiento muy original en el que en vez de buscar en la arqueología del pasado, se nos ofrecen los restos del futuro con los cual recompondremos la historia de lo que le sucedió al grupo de científicos que estaban intentando entrar en contacto con Micorriza Intranet, una red por la que se comunica el mundo vegetal.
Sin duda os animamos a hacer este viaje de conexión a la naturaleza, la tecnología y el arte, del cual podréis disfrutar en Etopía hasta el 13 de enero de 2018.
Imagen superior: Vista general de la exposición.
Ana Muñoz Pico
Redactora de la Revista Kalós