Si Costus levantasen la cabeza: tres décadas desde su Movida pintada en acrílico

Cristo yacente, serie del Valle de los Caídos (1982-1987)

En mayo y junio de 2019 se cumplieron treinta años desde que los pintores Enrique Naya y Juan Carrero falleciesen en 1989. Por desgracia, este aniversario ha pasado prácticamente desapercibido para el mundo de la cultura en España, olvidando a dos figuras clave para comprender el despertar pictórico, musical, fílmico y, en definitiva, vital, que experimentó nuestro país durante la conocida como Movida Madrileña.

Lo cierto es que desde los años 90 hubo quien negó el valor de estos artistas. “¿Qué legado pictórico ha dejado la Movida? Ninguno”. Estas palabras del alcalde de Madrid José María Álvarez del Manzano fueron recogidas por Pedro Almodóvar en su novela Patty Diphusa. A esa afirmación, Patty contestaba “El señor Álvarez del Manzano desconoce nombres tan señeros como Guillermo Pérez Villalta, Sigfrido Martín Begué, Manolo Quejido, Carlos Franco, Chema Polo, Ceesepe, Nazario y Mariscal (aunque vivan en Barcelona), Dis Berlin, Costus. Incluso Barceló. Al final se decidió por Bali, pero recuerdo que Miquel estuvo un día en Madrid, y le impresionó mucho”. Con cierta ironía, Patty, a modo de álter ego del director manchego, repasa los nombres clave de la plástica española de la época de la Movida.

Demasiado transgresores incluso para entrar en el panteón actual de la historia del arte español, a Costus no los estudiaréis en las aulas de la Facultad. Por eso parece conveniente introducir brevemente sus biografías artísticas. La historia de estos creadores comenzó en las clases de la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz, a mediados de los años 70. Con poco más de veinte años dejaron la ciudad andaluza para trasladarse a Madrid, en ese camino de peregrinación que tantos artistas de esa época emprendieron, buscando un ambiente creativo más fructífero y, sobre todo, un lugar en el que poder vivir de forma más libre. El mismo año en que Franco “dejaba huérfana” a España, Costus llegaban a la capital. No podemos comprender las obras de estos artistas sin tener en cuenta sus orígenes familiares tan cercanos al régimen. Al llegar a Madrid, Enrique residió en casa de un tío militar, uno de los cargos implicados en el golpe de estado del 23 F. Juan tuvo que alojarse junto a su tío, el escultor Luis Sanguino, uno de los artistas favoritos del régimen, creador de los ángeles guerreros del Valle de los Caídos, un escenario fundamental en la obra de Costus. ¿De dónde venía su apodo? Fue un homenaje al gremio de las costureras, con el que tan identificados se sentían.

El segundo piso en el que vivieron, ubicado en Malasaña, se convirtió en el epicentro de la Movida durante los años siguientes. Casa Costus fue llamada por Francisco Umbral “casa convento para estrellas descarriadas”. Allí grabó Pedro Almodóvar los interiores de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, donde podemos ver algunas de sus creaciones.

Durante los años 80, varios fueron los escenarios de la vida tan agitada de la pareja. Pasaron largas temporadas en la residencia que los padres de Juan tenían en el Puerto de Santa María, vivieron en México aprovechando la estancia en el país de Luis Sanguino, regresaron a Madrid y volvieron al Puerto de Santa María creando un gran estudio en una casa de campo alquilada por el hermano de Juan. Allí comenzaron su serie sobre el Valle de los Caídos. En mayo de 1989 la vida de Enrique se apagó como consecuencia del SIDA y Juan se quitó la vida a comienzos de junio.

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Juan Carrero y Enrique Naya “Costus”, por Robert Mapplethorpe (1985).

En 1993 la producción de ambos creadores fue objeto de una exposición póstuma organizada por la Junta de Andalucía y la Comunidad de Madrid. En ella, la obra de Costus quedó articulada en cuatro etapas: El chochonismo ilustrado (1978-1981), Pinturas mexicanas (1982-1983), El Valle de los Caídos (1980-1989) y La Andalucía de Séneca (1985-1989). Las claves estéticas de su pintura son simples pero contundentes. Frente a la fascinación que durante la Movida existió por todo lo foráneo, como forma de compensar el atraso en que España había estado sumida durante los años del régimen, Costus comprendieron que la renovación se encontraba en la esencia del país, reinterpretando sus iconos folclóricos bajo el lenguaje del kitsch y del Pop Art. Todo ello sin renunciar a sus raíces andaluzas, tras la contemplación durante su infancia y juventud de abundante imaginería barroca. Curiosamente, la actual moda kitsch de recuperación de los iconos populares españoles de los 80 y 90 bebe mucho del arte de Costus.

Probablemente, de toda su producción, su serie más transgresora fue El Valle de los Caídos. Según ellos mismos, estas pinturas estaban desprovistas de crítica política, pero el mero hecho de recrear los grupos escultóricos del Valle a través de retratos de estrellas de la Movida, constituía una auténtica provocación. La muestra fue inaugurada en 1987 en la Casa de Vacas del Retiro. Rafael Ordoñez recuerda como el origen de la serie fue una visita al Valle con Miguel Ángel Arenas “Capi” y con Fabio McNamara. Además de la impresión que sigue provocando ver Alaska como la Piedad o a Tino Casal haciendo de Franco, estas obras son también hijas de su tiempo a nivel técnico. Fueron realizadas con una pintura acrílica flourescente, que hace que cambien de color cuando se contemplan expuestas a la luz negra. Lo más llamativo de todo es que en 1987 no existió ninguna forma de protesta reaccionaria ante esta exposición, cuando hoy en día, para muchos nostálgicos del régimen, el Valle sigue siendo lugar sagrado, profanado desde la exhumación del dictador el pasado 24 de octubre.

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Caudillo, serie del Valle de los Caídos (1982-1987).

Ojalá Costus levantasen la cabeza para echarse unas risas con la historia de Merry Martínez-Bordiú lanzando maldiciones al abrir la tumba de Franco. Ese fue su talento, hacer cómico lo doloroso, buscar una vía de escape frente al pasado de una España dividida. En su universo, Carmen Polo podía ser una diva del Pop Art y el Valle de los Caídos un escenario grandioso para retratar a los miembros más transgresores de la Movida. La realidad es otra y si Enrique y Juan se asomasen a la España de hoy comprobarían como sólo nos unimos ante la adversidad cuando esta nos afecta a todos. La epidemia que puso punto y final a sus vidas no fue vista como un problema global, sino como un virus endémico de ciertas clases marginadas. Treinta años después, el coronavirus nos ha igualado a todos y quizás sería la ocasión idónea de rendir los homenajes que en su momento no tuvo la generación de intelectuales, artistas, músicos y escritores que el SIDA se llevó por delante.

Entrevista de Bibi Andersen a Costus (1987) por su exposición sobre el Valle de los Caídos:

Imagen de cabecera: Cristo yacente, serie del Valle de los Caídos (1982-1987).


Guillermo Juberías Gracia

Redactor de la Revista Kalós