¿No nos pasa que muchas veces convertimos un edificio singular o monumental en símbolo y estandarte de todo un territorio o una cultura? Hay construcciones que sin duda son icónicas y han pasado a nuestra memoria colectiva como un hito de la historia de la arquitectura. ¿O acaso alguien puede imaginarse la India sin la imagen del Taj Mahal? ¿Y Nueva York sin el Edificio Chrysler?
Muchos edificios excepcionales se han transformado en elementos identitarios en una suerte de metonimia cultural, en la que un elemento llega a ser definitorio para todo un país. Sin darnos muchas veces cuenta, lo que conseguimos con esto es fomentar un reduccionismo cultural. Nos olvidamos de otras realidades arquitectónicas que también son expresión de la idiosincrasia de un pueblo para centrarnos en monumentos pintorescos, que en la mayoría de los casos son edificios reconstruidos convertidos en atracciones turísticas.
Desde hace unos años, esta idea de la arquitectura se ha puesto en duda. Los estudios sobre arquitectura popular o industrial tienen sus orígenes hace ya unas cuantas décadas, sin embargo, lo que hoy se reivindica son construcciones que rompen todos los moldes. Sus creadores no son arquitectos, sino soñadores, y sus obras son llamativamente únicas.
De lo que hablamos hoy es de la vertiente arquitectónica del Art Brut, Arte Marginal o Arte Outsider. Nos referimos a construcciones realizadas por artífices sin una formación arquitectónica o artística específica, pero con una gran visión y decisión a la hora de llevar a cabo su proyecto.
Uno de los más icónicos edificios adscritos a esta línea es el Palais Ideal en Hauterives (Francia). Esta obra seguro que no es la primera de este tipo, pero sí que ha sido de las que más expectación ha levantado a lo largo de los años, llamando la atención de figuras como Pablo Picasso, André Breton, Max Ernst, Niki de Saint Phalle o André Malraux.
Este palacio no fue construido por orden de un caprichoso aristócrata, ni erigido por el arquitecto de moda de la región. Fue Ferdinand Cheval, un cartero, quien dedicó más de treinta años de su vida, desde 1879, a edificar este capricho arquitectónico con aires orientalistas.
Vista del Palais Idial en Hauterives (Francia).
Otro de los conjuntos más reconocibles de esta clase de arquitectura son las Torres Watts en Los Angeles, construidas por Simon Rodia, un inmigrante italiano, entre 1921 y 1954. En este caso, las esculturas arquitectónicas de Rodia han servido como escenario de libros, películas y videojuegos, llegando a convertirse en este caso, una de las construcciones más memorables de la ciudad californiana.
Vista de las Torres Watts en Los Ángeles.
Saltamos ahora a España para hablar de otro caso mediático de arquitectura outsider. Pasamos de los idilios de un cartero francés a la ambición de un labrador español de Mejorada del Campo. El 12 de octubre de 1961, tras ser expulsado de un monasterio soriano al contraer tuberculosis, Justo Gallego Martínez comenzó su catedral en honor a la Virgen del Pilar, la cual aún sigue construyendo a sus 93 años de edad. A día de hoy, un edificio de unos 35 metros de altura se levanta en este pequeño municipio madrileño.
Vista exterior de la Catedral de Justo en Mejorada del Campo (Madrid).
Entre las características de estas famosas construcciones podemos apreciar que se tratan de construcciones fantasiosas, que no se pueden etiquetar ni incluir en un movimiento o en una corriente arquitectónica concreta, y cuyos artífices las llevaron a cabo casi como una obsesión, particularidades veremos en los casos aragoneses. No hablamos de un arquitecto estrella que rompe los límites de la arquitectura, sino de una “persona corriente” que rompe los límites de la imaginación.
Centrándonos ahora en Aragón tras una contextualización general, podemos encontrar varios ejemplos de esta arquitectura en nuestra comunidad, todos ellos catalogados por la profesora Jo Farb Hernández dentro de su proyecto SPACES (Saving and Preserving Arts and Cultural Environments), aunque seguro que hay más que vosotrxs conoceréis.
Comenzando por el norte de nuestra comunidad, en la provincia de Huesca hay dos construcciones destacables en la línea de los anteriores edificios ya citados. La primera de ellas es obra de Félix Sanpériz Gistau, quien en 1989 comenzó a construir La Casa de Cristal en Monesma de San Juan. Durante unos nueve años, Félix Sanpériz trabajó en su casa y jardín construyendo y decorando los espacios con un material muy singular, botellas de cava.
Imagen de La Casa de Cristal en Monesma de San Juan realizada por Jo Farb Hernández.
Muy cerca del pequeño pueblo oscense de Monesma de San Juan encontramos otro singular edificio. En esta ocasión nos referimos a la construcción de José Foncillas Ribera, quien nació en una familia de agricultores en Bespén y más tarde se trasladó a Barbastro abriendo una empresa de transporte de material de construcción. Una vez jubilado, Foncillas comenzó a realizar su obra decorando su casa con distintos materiales, donde destacan especialmente las piedras y rocas de la zona. El resultado es un complejo realmente singular que llama la atención de todos los vecinos de la zona.
Imagen de la casa de José Foncillas Ribera en Barbastro realizada por Jo Farb Hernández.
Nos trasladamos ahora a la provincia de Zaragoza donde encontramos uno de los casos más singulares de España en esta clase de arquitectura.En el municipio de Épila es donde Julio Basanta construyó la conocida como Casa de Dios. Nacido en el seno de una familia pobre zaragozana, acabó criándose en el orfanato cuando fue abandonado por su padre. Se ganó la vida como trabajador en la construcción, ahorrando dinero hasta que finalmente pudo comprar una parcela en Épila donde construyó una casa para descansar de la ciudad los fines de semana.
Pero fue más adelante, tras la muerte de su hermano en 1977, disparado por un policía, y la muerte de su hijo en 2002, por causas inciertas también ante un policía, cuando Julio Basanta comenzó a decorar su casa en Épila con extrañas figuras de dioses y demonios alrededor de toda su finca. Finalmente, la Casa de Dios ha levantado la expectación en todo el mundo y sus horripilantes figuras han creado miedo y fascinación a partes iguales entre todas las personas que se han acercado a visitar su vivienda.
Entrada a la Casa de Dios en Épila.
También cerca de Zaragoza, en Utebo encontramos otro singular edificio. En este pueblo es donde Miguel Ángel Lasierra Tamé comenzó en 2008 a construirse una pequeña casa. Sin ningún tipo de formación artística, Miguel Ángel ha decorado poco a poco su vivienda rehusando, una vez más, material de desecho.
Imagen de la casa de Miguel Ángel Lasierra Tamé en Utebo realizada por Jo Farb Hernández.
Finalmente, en la provincia de Teruel, en el pequeño municipio de Bueña, es donde encontramos la última extravagante construcción creada por Cesáreo Gimeno Martín. En este caso, nos encontramos con la historia de un herrero turolense, quien se encargaba de encontrar soluciones prácticas a los pequeños problemas diarios de sus vecinos. Tras su jubilación en 1980, Cesáreo Giménez comenzó también a decorar su vivienda haciendo uso de su ingenio y sus dotes trabajando el metal llevando a cabo curiosas formas y figuras.
Imagen del jardín de la Casa del Tío Cesáreo en Bueña realizada por Jo Farb Hernández.
Tras un pequeño repaso por las muestras más notables de arquitectura outsider y tras ver varios ejemplos que encontramos en Aragón, creo que es interesante resaltar por qué son importantes estas construcciones. Todos estos edificios son muestras populares y únicas de una expresión artística. Además, sus creadores, sin ninguna clase de formación específica, ni pretensiones, consiguen dar con nuevas soluciones de manera realmente imaginativa. En algunos casos, estas obras son conservadas por parte de las instituciones para su preservación y estudio, pero parece que eso es algo que aún está lejos de cuestionarse en España.
Imagen superior: La Casa de Dios en Épila.