Las voces de Lampedusa

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Seguramente, una de las realidades más alarmantes, trágicas e indignantes que estamos
viviendo a día de hoy, la conforman los millones de refugiados que huyen de los conflictos armados de sus respectivos países en el continente africano y en el Medio Oriente. Estas personas recorren miles de kilómetros para llegar a la costa libia o a Turquía, y de allí, poner rumbo a Europa, la mayoría, atravesando de sur a norte el Mar Mediterráneo, o al menos intentándolo. Y es entonces cuando, después del abuso de las mafias que les han llevado hasta allí, se enfrentan a la eterna alta mar, al naufragio, a la ineptitud de Europa –como aquel octubre de 2013. Y cuando llegan finalmente a tierra europea pasan meses, muchos meses, hasta que se les da asilo o, en el peor de los casos, se les deporta. Y de la reubicación, ya, ni hablamos.

La isla italiana de Lampedusa, ubicada en mitad de las aguas mediterráneas, es uno de los puntos calientes, de los hotspots, donde permanecen refugiados, a la espera, miles de migrantes. Por su ubicación, entre Libia y Malta, por ser el destino de muchas de estas embarcaciones, y una de las imágenes más recurrentes en los periódicos, Lampedusa constituye, quizás, una de las caras más representativas de este Drama.

Y es así como se titula la última obra del artista madrileño Carlos Blanco Artero (1983), Lampedusa (2017), que se expone en el Espacio Tránsito del Centro de Historias de nuestra ciudad. La obra es parte de su actual proyecto, que gira en torno al concepto de multitud y con una figuración algo diluida, menos definida que la anterior, y su tratamiento del retrato y la figura humana en los más de diez años que lleva de trayectoria. Blanco ha pintado un sinfín de elementos, de personajes, donde reconocemos manos alzadas al cielo y bocas de las que sale un grito mudo. Todo ello sobre blanco, soporte y pared blancos, otorgando protagonismo absoluto a la sensación de caos y sufrimiento de esa multitud.

Con Lampedusa quizás nos venga a la mente, por dimensiones y por composición, y por las múltiples figuras desesperadas, otro grito multitudinario, el Guernica de Picasso. Una vez más, la pintura resulta ser reflejo del presente, y como el propio artista dice “cada generación tiene que pintar su grito, y los refugiados es uno de los gritos de la nuestra”. En esta línea, otros personajes como el artista y activista Ai Weiwei, con sus instalaciones en Berlín y Praga, o el cineasta italiano Gianfranco Rosi, en su película documental Fuocoammare, han incidido sobre este asunto, recordando a las millones de personas que huyen de la guerra.

Así que, no duden en acercarse hasta el Centro de Historias en estos días, ya que tenemos hasta el 19 de noviembre para ver, comprender y reflexionar ante el Lampedusa de Blanco Artero.

 

 

Imagen superior: Lampedusa, Blanco Artero.

 

Julia Tramullas

Redactora de la Revista Kalós